
Keynes dará a los procesos thymóticos una vuelta de tuerca para focalizar su atención en los animal spirits cuando estos se relacionan con la especulación y la inversión.
Keynes centrará su atención en la ocupación que, según la teoría clásica, se inserta en un circuito cerrado en el que no se concibe la desocupación involuntaria. En la introducción de la Teoría general ya advierte que no es posible partir de la premisa de que los sujetos económicos deciden siempre, su situación actual, mediante mecanismos racionales. Se trataría ésta de una idea coherente con la premisa básica de la teoría económica clásica que considera el sistema productivo como un circuito cerrado, en equilibrio autorregulable. El primer sujeto al que no se le puede aplicar un sistema en equilibrio perfecto será, pues, al trabajador. Lo explica de forma gráfica mediante un símil sacado de la geometría. La relación sin fisuras en el circuito ahorro-inversión es, dice, una ilusión óptica que arrastra a la igualdad entre el precio de la demanda y el de la oferta de la producción total, es decir, afecta a la función de intercambio ya vista en el apartado anterior.
En un circuito cerrado, heredero de la ley de Say, no hay desocupación voluntaria, la oferta crea su propia demanda y el salario real equivale a la desutilidad marginal de la ocupación existente. Este modelo económico era el que estaba en funcionamiento durante la Gran Depresión de los años treinta.
La ley de Say es posible expresarla algebraicamente, con coherencia formal sin que por ello se derive necesariamente su verdad material. Keynes viene a decir que el circuito ahorro-inversión no es un circuito cerrado (2006:52):
Sin embargo, quienes piensan de este modo se engañan, como resultado de una ilusión óptica, que hace a dos actividades esencialmente diversas aparecer iguales. Caen en una falacia al suponer que existe un eslabón que liga las decisiones de abstenerse de consumo presente con las que proveen al consumo futuro, siendo así que los motivos que determinan las segundas no se relacionan en forma simple con los que determinan las primeras.
Un circuito algebraico cerrado de la ley de Say sería el siguiente [El lugar de los Animal Spirits en la teoría ecocómica de Keynes]. Un producto A tiene un precio de “x” euros, al igual que otro producto B. Por cada producto A vendido podemos comprar un producto B. En general por cada unidad de más vendida de A, α, tendremos x(1+ α) como precio total y por cada unidad de más vendida de B, β, tendremos un precio total de x(1+β). La capacidad de compra de los productores de A se corresponde con x(1+α) y, a su vez, es la magnitud de demanda de los bienes de B. A la inversa, la capacidad de compra de los productores de B es x(1+β) que será la demanda de bienes de A. La oferta total (x(1+ α)+ x(1+β)) coincide con la demanda total. Supongamos que α < β, entonces habrá un exceso de demanda de los productores de B de x(β-α) que al tiempo es un exceso de oferta. Por lo que se deduce que la oferta global equivale a la demanda global, aun cuando se presenten desequilibrios en los mercados. De este modo el circuito está algebraicamente cerrado, pero ¿lo estará materialmente, es decir, realmente? Para Keynes no.
Tabla tomada del libro de Juan Ramón Rallo Los errores de la vieja economía. Una refutación de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes[1]. La explicación de la misma reproduce la que da el profesor Rallo en su libro.
¿De qué modo se produce este desajuste entre ahorro e inversión? Esto es lo que explicaré en lo que queda de capítulo.
El punto en el que la oferta global intersecta con la demanda global es la demanda efectiva que, según Keynes, determina tanto el nivel de producción de una economía, como la renta nacional y la ocupación. Ocurre que la demanda efectiva viene determinada por tres factores en los que intervienen los animal spirits: la propensión al consumo, la preferencia por la liquidez y la eficacia marginal del capital, siendo este último el más decisivo.
La propensión a consumir depende de la renta y de la incertidumbre sobre lo que pueda depararnos el futuro; también queda determinada por la publicidad que es capaz de generar necesidades que hasta ese momento no existían.
La preferencia por la liquidez indica el deseo de poseer un medio que pueda transformarse de inmediato en forma de pago. Este medio es el dinero. Esta preferencia viene condiciona también por factores piscológicos como la incertidumbre sobre el futuro. Cuanto más preferencia haya por la liquidez, mayor será el precio a pagar para que el poseedor del dinero se desprenda de él. Este precio es lo que se llama el tipo de interés del dinero.
La eficiencia marginal del capital mide la tasa entre el rendimiento que un empresario espera de su inversión de capital y su rendimiento efectivo.
La inversión es la que permite alcanzar el pleno empleo. Pero la inversión depende de los incentivos empresariales para llevarla a cabo, es decir, de las expectativas en la rentabilidad futura, a la que Keynes llama eficiencia marginal del capital, y, por otro lado, del tipo de interés que se determina en el mercado del dinero. El empresario debe invertir, pero no conoce la demanda ni tampoco el precio futuro del producto.
Keynes considera que las fuerzas pneumatológicas (los animal spirits) que actúan para romper el circuito van unidas a la tasa de interés ¾entendida como renuncia a la liquidez cuando intervienen las expectativas a largo plazo sobre el rendimiento de la inversión realizada¾ y no a la frugalidad o tasa de ahorro, entendida como renuncia al consumo que para él tiene un mayor componente psicológico individual pero no agregado. No obstante, este presupuesto de partida tendrá que ser matizado, dado que, como dice Miquel Rubirola (2017), la “propensión a consumir”, el “estado de confianza” o la “preferencia por la liquidez” son datos psicológicos agregados.
La ley de Say no tuvo en cuenta las expectativas en la inversión. Entra así la pneumatología en el interior de un circuito que se consideraba cerrado, sin serlo del todo por causa de lo que Keynes llamó la incertidumbre, concepto que diferenciaba claramente de otro, no menos importante, el riesgo. Al respecto de la incertidumbre esto es lo que dice Keynes en su Teoría general, en el capitulo XII (2006):
El hecho más destacado es lo extremadamente recario de las bases de conocimiento en que han de bsarse nuestros cálculos de los rendimiento probables. Nuestro conocimiento de los factores que regirán el rendimiento de una inversión en los años venideros esfrecuentemente muy limitado y a menudo desdeñable. Si hemos de hablar con franqueza, tenemos que admitir que las bases de nuestro conocimiento para calcular el rendimiento probable en los diez próximos años de un ferrocarril, una mina de cobre, una fábrica textil, la clientela de una medicina atentada, una línea trasatlántica de vapores o un edificio en la City de Londres, es muy limitado y aveces nulo; y aun lo es en los cinco años próximos. D hecho, quienes intentan en serio realizar semejante estimación se encuentran en tal minoría que su conducta no gobierna el mercado.
Es riesgo existe cuando es posible transformar acontecimientos futuros en una probabilidad matemática, al poder sustituir la falta de certeza presente mediante un cálculo probabilístico y estadístico. Un buen ejemplo lo tenemos en los seguros médicos, en los de vida o de coche, en los que el riesgo se puede calcular. No se ha de olvidar que los espíritus animales abonan el campo de la incertidumbre que es su espacio epistemológico, su campo mítico. No están ahí por una falta de conocimiento sino por la simple imposibilidad ontológica de alcanzarlo; simplemente sucede que la naturaleza humana es limitada a la hora de obtener un conocimiento completo de una situación compleja. Estos límites no fueron tenidos en cuenta a la hora de valorar la crisis financiera. Un ejemplo lo tenemos en la errónea suposición de que el propio mercado ajustaría los precios de las hipotecas subprime que se depreciaban a ojos vistas. Precisamente esto fue lo que no ocurrió, es decir, el descenso del precio de los activos no indujo a la demanda a comprarlos a precios más bajos. El mercado financiero no se somete a la probabilidad sino a la incertidumbre.
La manera que tiene el ser humano de reducir psicológicamente la incertidumbre es la frugalidad. Este tipo de ahorro está constituido, según Keynes, por (2006:124-126) la precaución, la previsión, el cálculo, el mejoramiento, la independencia, la empresa (asegurarse capital para no depender de la financiación), el orgullo o la avaricia; pudiendo todas ellas resumirse en el par thymótico miedo y codicia. Dice Keynes al respecto de ellas (2006:127-128):
La virtud y el vicio no tiene nada que ver con ellos; todo depende de hasta qué punto sea favorable a la inversión la tasa de interés, después de tener en cuenta la eficacia marginal del capital. No, esto es una exageración. Si la tasa se interés estuviera dirigida de tal manera que mantuviera continuamente la ocupación plena, la virtud recobraría su dominio; el coeficiente de acumulación de capital dependería de la debilidad de la propensión a consumir.
Keyes considera que la frugalidad y sus componentes thymóticos como el orgullo, no intervienen en el circuito para compensarlo, por lo que la virtud de la frugalidad no sería, a su juicio, una fuerza agregada, que en el caso que nos ocupa es tanto como decir que no sería una magnitud macroeconómica. No obstante, la trampa de la liquidez muestra que la frugalidad, en momentos de deflación, bien puede considerarse una magnitud agregada por sus efectos macroeconómicos.
Lo que realmente ocurre, según Keynes, es que al aumentar la masa monetaria, disminuye la tasa de interés, aumenta la inversión, al tiempo que lo hace también la renta disponible. Pero hay situaciones en las que el nexo causal entre el tipo de interés y la inversión queda roto. En el ámbito de la producción, ya muy dependiente de la inversión en los mercados financieros, la tasa de interés puede romper su nexo causal con la inversión. Esto sucede cuando:
- Ocurre la trampa de la liquidez que sucede en momentos de depresión económica, durante la cual el aumento de la oferta monetaria, con la finalidad de bajar la tasa de interés, resulta una operación inútil, dado que los tipos de interés se encuentran tan bajos que el aumento de la oferta monetaria tiene efectos insignificantes sobre los tipos.
- La inversión no queda afectada por la bajada de los tipos de interés, en situaciones de crisis en las que los condicionamientos políticos son más relevantes.
- El aumento de la oferta monetaria queda anulada por un incremento en la demanda de dinero que no revierte en la inversión.
Básicamente, las causas fundamentales de estos hechos tienen que ver con la financiarización de la economía.
La igualdad (Ahorro = Inversión) es una fórmula contable que puede llegar a quebrar cuando no se cumple la función que tiene el sistema financiero de canalizar el ahorro de los individuos hacia la inversión de las empresas. El sistema financiero pasa de servir para financiar la obtención de bienes y servicios o para producir bienes a servirse a sí mismo mediante la especulación con la propia deuda. Esto sucede cuando el crédito pedido no está respaldado por la futura venta de bienes. De este modo, ei ideal del partida del ciclo cerrado en equilibrio se viene abajo y aquí las fuerzas thymóticas campan a sus anchas, afectando en un plazo corto al propio sistema productivo.
Hay fuerzas thymóticas que no tienen que ver con la frugalidad sino con la decisión de invertir; se trata de fuerzas psicológicas no vinculadas al cálculo de costes y beneficios. La decisión de invertir comporta un peligro a futuro que viene determinado por la eficiencia marginal del capital y no por los intereses a pagar por el prestatario que Keynes considera un fenómeno corriente (2006:155, 178):
La curva de eficiencia marginal del capital es de fundamental importancia porque la expectativa del futuro influye sobre el presente principalmente a través de este factor (mucho más que a través de la tasa de interés).
La eficiencia marginal del capital depende de la relación entre el precio de oferta de un bien de capital y su rendimiento probable. Estamos, pues, ante unas expectativas. El caso es que Keynes la sitúa en el estado de las expectativas a largo plazo, en donde se incluyen los cambios futuros en la clase y cantidad de las existencias de bienes de capital y los gustos del consumidor con lo que su medida es subjetiva, sometida a las veleidades de los animal spirits. De las fuerzas thymóticas que operan en el presente no se pueden obtener leyes psicológicas que permitan proyectar una inversión sobre expectativas futuras; así es como conceptualiza Keynes (como leyes psicológicas) a las fórmulas que modelan sus presupuestos de partida cuando pueden alcanzar una forma matemática.
La estimación a futuro sobre una inversión es casi imposible, por lo que la decisión última para invertir viene determinada por el temperamento y los impulsos constructivos. A esto le acompaña la condición natural del ser humano por el riesgo y la satisfacción que alimenta el amor propio, sin el que difícilmente habría emprendimiento y emprendedores.
Los valores en bolsa y los futuros tienen como finalidad revaluar las inversiones, dando así la oportunidad a que los individuos puedan revisar sus compromisos. Pero en la bolsa hay un desajuste entre quienes trafican en ella y las expectativas del empresario profesional. Quiere esto decir que en las valoraciones del mercado entran consideraciones que nada tienen que ver con el rendimiento probable que llevó al empresario a realizar su inversión. Lo que hace que el empresario emprenda es la confianza, contra todo pronóstico, que le lleva a esa inversión. Estamos ante una fuerza menádica, asociada al menos que impele a los héroes de la Ilíada a actuar en momentos difíciles, en los que no es posible determinar el resultado derivado de nuestros impulsos iniciales. Sin embargo, hay otras fuerzas pneumatológicas que actuarían en sentido contrario en los mercados de inversión:
- La presencia de inversores que compran valores, deuda y futuros sin conocer la empresa.
- Ideas cortoplacistas sobre las ganancias en el mercado de inversión.
- La proclividad del mercado a sujetarse a oleadas de sentimientos optimistas o pesimistas. Estas oleadas pueden tener diferentes causas como rumores o noticias ante las que el mercado de valores y futuros puede reaccionar con una subida o una bajada de los tipos de interés.
- La especulación sobre valores a corto plazo sin tener en cuenta la estimación inicial que le sirvió al emprendedor para poner su empresa en el mercado. Una especulación que busca la liquidez, sin tener en cuenta que el valor social de la inversión no está en ella sino en los frutos de la inversión que son los que, a la larga, procuran el interés público. En este punto Keynes, mediante un símil atmosférico (que nos acerca al alma meteorológica del héroes iliádicos), explica el valor de las fuerzas pneumatológicas que están actuando:
De este modo, el inversionista profesional se ve forzado a estar alerta para anticipar esos cambios inminentes, en las noticias o en la atmósfera, que, según la experiencia demuestra, tienen más influencia sobre la psicología de masa del mercado.
- En tanto que el diseño de un bien o de un servicio se busca llegar al gusto de un consumidor medio, creando así un sujeto estadístico útil pero inexistente, en el caso de los especuladores el propio bien es la ganancia. Para adquirir esta no es necesario conocer o valorar la utilidad intrínseca del propio bien sino las expectativas con las que otros lo valoran. Es decir, lo que funciona es el saber lo que el otro cree que el bien vale y lo que está dispuesto a pagar no por obtenerlo físicamente, dado que su disfrute o acumulación no le interesa, sino por el beneficio que obtiene al mercadear simplemente sobre su valor presente que se convierte en un “bien” per se.
- La falta de confianza, en un momento dado, por parte de quienes prestan dinero o por parte de quienes especulan, puede tener consecuencias desastrosas sobre la eficiencia del capital. Cuenta Bernanke, en El valor de actuar, el ruego desesperado de Bety Duke, gobernadora del Fed, para que se restaurara la confianza en el sistema financiero tras una reunión en San Francisco con el sector privado. Un viento frío había helado la economía de la noche a la mañana que hacía que el crédito dejara de fluir.
- Un buena parte de las actividades económicas dependen de impulsos primarios, animal spirits, como los que propicia el thymós de los héroes homéricos. La fogosidad es un resorte espontáneo que impele a la acción. La prosperidad económica puede depender de la cocción interior y los estados meteorológicos, unas de las formas energéticas en que se manifiesta el thymós iliádico, que pueden llegar a alzarse sobre el cálculo razonable.
Para Keynes la economía pivota sobre el trabajador y el empresario. Del trabajador obtiene la unidad de trabajo como unidad física que le permite, ya al inicio de su libro, obtener las funciones de la oferta y de la demanda agregada. Del empresario destaca los animal spirits que actúan cuando decide invertir; tienen, además, efectos sobre la eficiencia marginal del capital que junto con la tasa de interés determinarían el monto del salario real. De nuevo, encontramos que el código aristocrático se asocia a un grupo que no es el trabajador sino al empresario, su clase antagónica, que se convierte en el heredero del thymós heroico de la Ilíada.
Los movimientos cíclicos que acaban en una crisis vienen determinados por las fluctuaciones en la eficiencia marginal del capital. Esta eficiencia está sometida a expectativas e incertidumbres sobre el futuro de la inversión que pueden provocar, a decir de Keynes, cambios violentos y repentinos. El alza en los tipos de interés sería un síntoma ¾debido sobre todo a la necesidad perentoria de liquidez¾, pero la causa se encontraría en el colapso repentino de la eficiencia marginal del capital. Las fuerzas que actúan en este caso son puramente thymóticas: optimismo, pesimismo aderezado con incertidumbre y pánico; vuelta a la confianza. No es la solución puramente monetaria la que hará volver las aguas a su cauce, sino la confianza en que no hay motivo para el pánico. Esta es la gran lección de Bernanke: el problema es el pánico; todo lo que hizo el Fed bajo su presidencia es apuntalar la confianza frente a la desconfianza sin motivo. Ahora bien, atendiendo a la crisis reciente, de carácter puramente financiero, en primera instancia, es claro que esa eficiencia marginal tiene una estrecha conexión con el capital financiero y los mercados especulativos. Para decirlo en términos poco ortodoxos, es como si el meollo del capitalismo no estuviera ya en la producción sino en el capital financiero o, para decirlo con otras palabras, es como si la eficiencia marginal del capital fuera medida por los movimientos especulativos y no ya por los productivos. La producción ha quedado atrapada en las garras del capital financiero. Se trata del mundo al revés, tan caro a Aristófanes en sus comedias.
Para Keynes una baja significativa en la eficiencia marginal del capital afecta a la propensión a consumir, debido a que esto supone una disminución notable en el valor de los valores que rinden en el mercado bursátil. De manera que el núcleo thymótico se desplaza a aquel grupo de personas que mercadea en bolsa. Es lo que Keynes llama la psicología de los mercados y el lugar donde bullen los animal spirits.
Llegados a este punto es posible resumir las diferencas fundamentales entre economía neoclásica y economía pneumatológica tomando como punto de partida el interesante cuadro que presenta Jesús Huerta de Soto, en su libro La escuela austríaca, para mostrar las características esenciales del inversor o del emprendedor en el ámbito de lo que he venido en llamar, en este libro, “economía pneumática” [Economía pneumática y paradigma neoclásico].
| Puntos de comparación | economía pneumática | paradigma neoclásico |
| 1. Concepto de lo económico (principio esencial). | Espíritus animales | Individualismo metodológico |
| 2. Punto de vista metodollógico | Campo mítico | Individualismo metodológico |
| 3. Protagonista de los procesos sociales | Empresario e inversor creativo. Funciona la metis, la inteligencia práctica. | Homo oeconomicus |
| 4. Posibilidad de que los actores se equivoquen a priori y naturaleza del beneficio empresarial. | El thymós puede actuar en contra de nuestros intereses, llevándonos a cometer equivocaciones. | No se concibe el error. Todas las decisiones se toman en términos de costes y beneficios. |
| 5. Concepción de la información. | La información es siempre incompleta. No hay un sujeto omnisciente, capaz de controlar todas las variables del mercado. Un sujeto así concebido es un sujeto mítico. | La información es plena y objetiva. Cualquiera puede disponer de ella. Los precios transmiten información fidedigna y básica que permite tomar decisiones de inversión. |
| 6. Punto de equilibrio. | El equilibrio del mercado es un mito luminoso. | El mercado tiende al equilibrio. |
| 7. Cantidades agregadas. | La distinción entre “psicología pneumática” y “economía pneumática” no se corresponde con la distinción entre micro y macroeconomía. La economía pneumática es una desmitificación del mito de la “mano invisible” de Adam Smith. El comportamiento agregado no suele ser racional. | Se distingue entre macro y microeconomía. El todo es la suma de las partes por lo que es posible la composición de conceptos agregados, o cantidades agregadas, a partir de factores individuales. |
| 8. Concepto de competencia | Concepto de rivalidad o lucha empresarial según el paradigma iliádico. Lucha thymótica en el fuero interno y lucha menoica (menos) entre rivales o competidores. | Modelo de competencia perfecta. |
| 9. Concepto de coste | Subjetivo. Depende de la metis empresarial. | Objetivo. Se puede medir. |
| 10. Concepto de valor o utilidad | Subjetivo. No es posible medirlo. | Objetivo. Puede medirse como utilidad marginal. |
| 11. Formalismo | Uso de la retórica. | Formalismo matemático. |
| 12. Posibilidades de predicción. | No es posible predecir el futuro. Sólo los espíritus animales permiten encararlo y solo ellos facilitan la inversión. | Es posible planificar la producción y la inversión. |
| 13. Responsable de la inversión. | El empresario, el inversor. | El ejecutivo de empresa. |
[1] El libro del profesor Rollo tiene muchas virtudes, pero desacaría dos principalemnte: su capacidad crítica y su clara exposición de las ideas desarrolladas por Keynes en su libro la Teoría general del empleo, el interés y el dinero.